jueves, 29 de noviembre de 2007


utopia

Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

muerte

Helena Villagra no podía abrir los ojos. Los ojos le ardían. Se restregaba los párpados y se le salían las pestañas y también las cejas se le salían. Ella estaba en un cine. Cuando por fin conseguía mirar, veía una pantalla negra.

II

Ya las cenizas de Alberto yacían en tierra de Tucumán, ya crecían las cenizas de Alberto en los verdores de allá. Helena había heredado su sombrero. Helena dormía, y el sobrero de Alberto también dormía; y en el sueño de Helena, el sombrero soñaba.

El sombrero soñaba que agitaba sus alas y girando se iba a volar por ahí, con Helena adentro, acurrucada en la copa.

Ella despertaba mareada de tanto dar vueltas


memoria

A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.

Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.

Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoje los pedacitos y los incorpora a su arcilla.

II

Un refugio?
¿Una barriga?
¿Un abrigo para esconderte cuando te ahoga la lluvia, o te parte el frío, o te voltea el viento?
¿Tenemos un espléndido pasado por delante?
Para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un puerto de partida.